lunes, marzo 11

Cambio climático, el gran desafío de la Tierra

La fotografía fue tomada en 2011, durante la presidencia de Barack Obama. En ella se ve a un hombre de traje azul marino y sombrero fedora café con las manos en la espalda. Está frente a la Casa Blanca, esposado, y es conducido por un policía. Son pasadas las 11 de la mañana de un lunes. Es uno de los 140 arrestados por “desobediencia civil”, al participar en una manifestación y mostrar una bandera verde en la que decía ser “testigo” Del cambio climático.

Aquel delincuente es el doctor James Hansen, quien fuera director del Goddard Institute for Space Studies de la NASA de 1981 a 2013, y protestaba por algo que al gobierno norteamericano le resultaba incómodo: su responsabilidad en el aumento de la temperatura terrestre. Después de una multa de 100 dólares, él y el resto de peligrosos manifestantes pudieron regresar a casa por la tarde. Ésa era la tercera vez que Hansen había sido detenido por alzar la voz.

Meses después, durante una TED Talk, el doctor Hansen recordaba este incidente y le preguntaba a su audiencia: “¿Qué harían ustedes si supieran lo que yo sé?” En ese momento confesó que había observado una variación en la composición de la atmósfera terrestre por un fenómeno llamado efecto invernadero. “Sus cambios afectarán a toda la humanidad”, advertía.

Hansen parecía no estar equivocado. El año 2016 fue catalogado como el más caluroso de la historia: 1.1 ºC por encima de la registrada en la era preindustrial y 0.07 ºC más que el año anterior, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Las estimaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) auguran que, de seguir este ritmo, las temperaturas en la Tierra se elevarán 6.7 ºC antes de que termine el siglo.

El escenario, según los integrantes de este grupo, podría ser apocalíptico. Creen que subiría el nivel del mar por el deshiele de los glaciares y polos; también se anegarían las zonas costeras, las sequías durarían una década y los precios de los alimentos se dispararían. Además, los incendios mermarían los bosques y la deforestación contribuiría al calentamiento; los frágiles arrecifes de coral desaparecerían y las especies marinas serían diezmadas. También aumentaría la frecuencia y fuerza de huracanes y tifones.

Este 2017, el doctor James Hansen y el climatólogo Syukuro Manabe recibieron el Premio Fundación BBVA Bancomer Fronteras del Conocimiento, por crear, de manera independiente, los primeros modelos computacionales para simular el comportamiento del clima y predecir cuánto subiría la temperatura de la Tierra por el aumento del CO2 atmosférico. Sus modelos son la base para que miles de científicos en el mundo hagan sus predicciones sobre la evolución climática terrestre.

El futuro del planeta es una preocupación real.

Esfuerzos inútiles

La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático utiliza el término “cambio climático antropogénico” para referirse exclusivamente a la variación de las temperaturas terrestres por causas humanas. Y es que el calentamiento global puede deberse a efectos naturales –por una “variabilidad natural del clima”– o como consecuencia de la acción del hombre. Las voces de los científicos Hansen y Manabe van contra esta última. No han sido las únicas.

Antes de ellos, en 1949, se llevó a cabo la Conferencia Científica de las Naciones Unidas sobre Conservación y Utilización de los Recursos. En 1972, se realizó la Primera Cumbre para la Tierra. Después, durante los años 80 el Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente expresó su preocupación por la destrucción de la capa de ozono. Ninguno logró cambios sustanciales en las políticas de los países.

En 1997 se comenzó a negociar el Protocolo de Kyoto, que entró en vigor siete años después. En él, los países industrializados se comprometían a reducir 5 % sus emisiones, mientras que para los países en desarrollo se crearon mecanismos que otorgaban financiación y transferencia de tecnología a cambio de que redujeran sus emisiones o migraran a una economía más limpia.

De acuerdo con datos del Banco Mundial, China es la primera potencia en términos de emisiones de CO2, con el 25.3 %. Le sigue Estados Unidos (14.4 %), la Unión Europea, (10 %), India (6.9 %) y Rusia (5.3 %). México es considerado una potencia emergente y aparece en noveno lugar con un 1.67 %. China e India estuvieron cerca de hacer fracasar el Protocolo de Kyoto debido a que querían una mayor diferencia jurídica entre los dos grupos de países.

Muchos investigadores creen que el acuerdo no funcionó, porque el consumo de combustibles fósiles y las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado desde su firma. “Las economías emergentes no estaban comprometidas en Kyoto. Eran vistas como países en desarrollo sin responsabilidad histórica, pero estos países tienen una fuerte contribución a los gases de efecto invernadero”, indica Ana Mendívil, analista de política pública del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda). ¿Puede ser distinto esta vez?

Un poco de esperanza

El físico británico John Tyndall fue uno de los primeros en hacer mediciones de laboratorio de la radiación infrarroja. Demostró que gases como el CO2 absorben calor y actúan como una especie de cobija que calienta la superficie terrestre. El doctor James Hansen explica que si se agrega CO2 al aire, “es como poner otra manta sobre la cama”, debido a que “reduce la radiación de calor terrestre al espacio, lo que produce un desequilibrio temporal de energía”. Así, entra más energía de la que sale, hasta que la Tierra se calienta.

Manabe piensa que es difícil saber en qué momento será peligroso el cambio y en qué momento no lo será. Asegura que superar los 2 ºC va a ser muy dañino para el planeta. “Tenemos que esforzarnos mucho para minimizar el cambio climático”, dice.

La Organización de las Naciones Unidas lleva más de medio siglo tratando de poner de acuerdo a los países de los cinco continentes para atajar el problema. El último intento son los Acuerdos de París, con los que se pretende que la elevación de la temperatura no sea mayor a los 2 ºC durante el siglo. En este plan, 195 naciones se comprometen a lograr un desarrollo con bajas emisiones de gases efecto invernadero, aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos por parte de los ecosistemas y comprometerse financieramente con estos objetivos.

¿Será mentira?

Son muy pocos los científicos con un bagaje serio que cuestionan la narración oficial del cambio climático causado por la acción humana. Una prueba es el estudio que realizó el doctor en Geoquímica del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) James Lawrence Powell sobre los textos científicos acerca de este tema presentados en el año 2013. De los 10,855 estudios que leyó, sólo dos debatían o negaban el calentamiento global antropogénico.

“El climatismo es una de las grandes ideologías de nuestro tiempo, enraizada en el odio que los ecologistas tienen hacia la humanidad como una molestia hacia el planeta”, argumenta Drieu Godefridi, autor liberal belga y fundador del Instituto Hayek en Bruselas.

Él es uno de los que mantienen un alto nivel de escepticismo frente al aumento global de temperaturas. “El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático no es un grupo científico, sino político, creado para hacer decrecer las economías capitalistas y está secuestrado por los intereses de la industria de las llamadas energías limpias para que paguen los consumidores. Es la peor versión, a una escala nunca vista, del capitalismo de compadres”, explica.

Rémy Prud’homme, quien es economista, profesor emérito de la universidad de París XII y autor de L’idéologie du réchauffement, afirma que lo el cambio climático no es más que un “alarmismo”. Desde su punto de vista, se trata de “un movimiento sociopolítico en el que están los mandatarios, los Estados, los negocios y los medios”, dice por correo electrónico a Tec Review. Reconoce que el CO2 puede ser la causa del actual calentamiento. También dice que, en el pasado, el mundo ha conocido periodos de calentamiento, como los que se han documentado en Roma o a mediados del medioevo, sin que hubiera emisiones. “La mayoría de las predicciones apocalípticas son realizadas para el año 2100 –apunta–, por lo que no pueden ser comprobadas empíricamente, pero otras, que fueron hechas hace 30 años, han resultado estar equivocadas”.

Para fundamentar sus dichos, pone como ejemplo las conclusiones a las que llegó un grupo de expertos en Estados Unidos en 2009. Auguraba que el Polo Norte habría desa­parecido para 2015 y, explica, todavía sigue siendo más grande que India. También se decía que los tornados serían más frecuentes y en Estados Unidos, donde están muy controlados, eso no ha pasado. Además, argumenta que mientras se aseguraba que la producción agrocultural disminuiría, ha aumentado.

Desde su trinchera, el doctor James Hansen muestra a la audiencia la imagen de su arresto frente a la Casablanca. También proyecta fotos de sus nietos. En una se ve a Jake, de dos años y medio, abrazando y cuidando a su hermanita de dos días y medio de nacida. Mientras mira los rostros de los niños, dice: “Sería inmoral dejarle a estos niños un sistema de clima en una espiral fuera de control”.

Carlos Carabaña/Tec Review 

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