viernes, marzo 15

La montaña está de luto en Oaxaca; miles de árboles son arrasados a diario

Hace años esto era un paraíso forestal intocado. Hoy parece que en este lugar pasó un tsunami o un huracán como «Paulina», que en 1997 dejó desolación, destrucción y muerte.

En el sitio de esta tragedia ecológica reina el atronador sonido de las enormes motosierras cortando de tajo, como navajas de rasurar, los troncos gigantes y pequeños. La tala es por igual.

La tala criminal ha arrasado con árboles pero con otras especies forestales menores, y con ejemplares de la fauna regional.

Aquí está apilada la madera de esos bosques milenarios donde crecen las coníferas más altas de Oaxaca. Algunos de esos gigantes caídos tenían cientos de años, pero a los talamontes les dio igual. Los tumbaron. El impacto es terrible.

En estas zonas forestales que deberían estar legalmente protegidas, se siguen derribando gigantes únicos, jóvenes y viejos, grandes y hermosos, para convertirlos en papel o en muebles, o en lo que sea.

Leña apilada en espera de ser sacada a lomo de bestia, mientras algunos animales rastreros huyen de los pasos del humano.

Más de 50 árboles de encino y fresno de diferentes dimensiones fueron derribados recientemente, hace unas horas; varios de ellos no alcanzan la edad o el grosor necesario para su comercialización.

Los árboles son cortados en troncos de aproximadamente cuatro metros, y después los lanzan a un claro sobre la cara de la montaña, cerca del río, donde la brecha está lista para que ingrese el camión trocero.

Les quitan las ramas y los limpian con las motosierras y a machetazo limpio.

En una especie de estampida, los troncos tumban todo a su paso, inclusive a los árboles jóvenes. Sólo quedan pequeños maderos trozados que servirán de leña, y un cerro devastado que tardará más de 50 años en recibir la sombra de otro árbol.

La montaña está de luto. La neblina se mueve rápido y el aire frío se deja sentir en este cementerio de árboles.

MOTOSIERRAS Y MACHETES, INSTRUMENTOS MORTALES

En la Sierra Sur, entre San José del Pacífico y San Mateo Río Hondo, los lunares de tierra en el cerro son provocados por las motosierras y machetes de los talamontes.

Después de recorrer más de dos horas sobre la carretera federal 175 Oaxaca-Puerto Ángel, se ubica San José del Pacífico, pueblo místico a 2500 metros sobre el nivel del mar.

De ahí, basta con caminar algunos kilómetros por veredas de exuberante vegetación para encontrarse con la escena del crimen, con este desastre ecológico, que no es único en la región.

Sobre el camino estrecho adornado también por pencas de maguey, las huellas frescas de neumáticos de los camiones que sirven de ataúdes de los árboles hoy convertidos en troncos.

DEPREDACIÓN

Antes de llegar al sitio del ecocidio, los pájaros parlotean, juguetones, con sus cánticos alegres. Aserrín, ramas y hojas sobre el camino, es la antesala de una montaña depredada por el ser humano.

Entre los silbidos de los pájaros y motores de los vehículos que transitan sobre la sinuosa carretera, también se escucha el correr del agua por un arroyo.

Existen gran cantidad de pináceas, bosques mixtos de encino y pino; además de oyamel, hormiguillo y áreas de cactáceas. Dentro de su fauna se encuentran tlacuaches, armadillos, venados, conejos, liebres y tuzas, todos en peligro ante el desastre natural.

La vereda se convierte en brecha. Subir la ladera no es cosa fácil, tiene una inclinación de 45 grados o más, pero ahí se encuentra un campamento.

LOS LEÑADORES ANDAN CERCA

Los leñadores andan cerca. Dejaron una motosierra, impermeables, latas de comida y trastes de unicel. Comieron tamales y dejaron indicios de una fogata. También hicieron sus necesidades fisiológicas.

La madera es la materia prima y sustento de los pueblos de la Sierra Sur. La mayoría de las casas son de adobe y tablas, aunque las nuevas ya son de tabique.

En las escuelas de las comunidades tienen viveros y ahí los maestros les enseñan la importancia de cuidar sus montañas, pero los árboles tardan años en adquirir una edad adulta, y la tala es todos los días.

Cuando los troncos son colocados en el camión, la pesada unidad maniobra con dificultad en la brecha, antes de salir a los caminos de terracería. Una larga subida fuerza a la máquina. Ya en la carretera pavimentada comienza la travesía hacia los aserraderos. Decenas de camiones transitan cargados con más de 40 maderos cada uno.

CAMIONES TROCEROS, SIN RAZÓN SOCIAL

Las unidades, que además de emitir un denso humo, portan placas de otras entidades como del Estado de México, principalmente, y carecen de razón social.

Los troncos son depositados en los más de cinco aserraderos que se ubican en uno de los accesos a Miahuatlán de Porfirio Díaz. A un costado de la carretera, las sierras no descansan.

Ahí, apilan los leños. Son miles de troncos reducidos a tablas.

Además de San José del Pacifico y San Mateo Río Hondo, las comunidades de Santa María Ozolotepec, San Sebastián Río Hondo, San Miguel Suchixtepec, Santo Tomás Tamazulapan, San Pedro el Alto y San Agustín Loxicha, en la Sierra Sur, son consideradas como focos rojos en la tala ilegal, donde bosques están siendo consumidos a un ritmo que alarma, pues incrementa el calentamiento global.

Por los bosques circula el bien más preciado, el agua, y es necesario detener por completo la actual deforestación, e iniciar cuanto antes la recuperación de los bosques perdidos, suelos, aire, ríos y fauna, que resienten los daños que ha dejado esta tala criminal.

¡CÁRCEL!

El artículo 419 del Código Penal Federal, en el capítulo segundo sobre la biodiversidad, establece que a quien ilícitamente transporte, comercie, acopie, almacene o transforme madera en rollo, astillas, carbón vegetal, así como cualquier otro recurso forestal maderable, o tierra procedente de suelos forestales en cantidades superiores a los cuatro metros cúbicos o, en su caso, a su equivalente en madera aserrada, se impondrá pena de uno a nueve años de prisión y de trescientos a tres mil días de multa.
Jaime Rodriguez / NVI Noticias

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