martes, febrero 27

¿Quién fué Miguel Cabrera?

Miguel Cabrera (1695-1768) fue un pintor mexicano, uno de los artistas más prolíficos del arte virreinal del siglo XVIII.

Nació en Antequera (hoy Oaxaca) y en 1719 se trasladó a la Ciudad de México. Se cree que inició su formación artística en el taller de los hermanos Rodríguez Juárez, aunque también es posible que fuera discípulo de José de Ibarra.

Fue un artista muy prolífico, más preocupado por satisfacer la enorme cantidad de encargos que llegaban a su taller, que por la calidad de los mismos. El tema mariano, y más concretamente la Virgen de Guadalupe, ocupa gran parte de su obra; sobre esta materia escribió Maravilla americana y conjunto de raras maravillas observadas con la dirección de las reglas del arte de la pintura (1756).

Fue pintor de cámara del arzobispo José Manuel Rubio y Salinas y fundador en 1753 de la primera academia de pintura de México.

De su vasta producción destaca el Retrato de sor Juana Inés de la Cruz (1751), el Vía Crucis de la Catedral de Puebla y los cuatro lienzos ovalados del crucero de la catedral de México. También es autor de multitud de imágenes de santos repartidas por numerosos museos, conventos e iglesias, como el San Ignacio de Loyola y la Virgen del Apocalipsis de la Pinacoteca Virreinal de México, Ciudad de México o el Martirio de san Sebastián de la iglesia de Taxco (Guerrero), sitio del que además, es sobresaliente el conjunto de pinturas de su sacristía.

Su arte se muestra espléndido en las obras de pequeño y mediano formato, sobre todo en las pinturas que tienen planchas de cobre como soporte. En ellas destacan sus cálidos y vivos colores, sin parangón en la escuela novohispana del siglo XVIII, así como su firme dibujo y las poéticas expresiones de los rostros de sus Vírgenes, Santos e incluso retratos de personajes de su tiempo.


Retrato de Sor Juana

Cabrera fue extraordinariamente prolífico. Hasta tal punto, que se supone que su taller debió estar organizado de forma similar a una cadena de montaje, en el que cada miembro del mismo se especializaba en una tarea concreta. Durante los últimos veinte años, un incompleto y apresurado recuento nos da como resultado que más de una cincuentena de obras firmadas por el artista se han vendido en lugares como Nueva York, Miami, Madrid o París. Pese a ello, la calidad media se sus obras se mantiene habitualmente muy estable en niveles comparativamente elevados.

Cabrera fue el mayor colorista del continente americano durante el siglo XVIII. Naturalmente, sus composiciones derivan (en ocasiones literalmente) de estampas de origen español o flamenco. El fortísimo influjo murillesco sobre sus producciones nos hace pensar que debió trabajar en el taller de los hermanos Rodríguez Juárez, entonces en la cima de su gloria, en la ciudad de México. Desde luego, Cabrera parece beber en las fuentes del más joven de los Rodríguez Juárez, Juan, sin duda el más importante de los seguidores novohispanos del pintor sevillano.

Contra lo habitual en su época, en la que la España peninsular desdeñaba la producción pictórica novohispana salvo para los cuadros devocionales (destinados en su mayoría a oratorios privados y a conventos de monjas, donde todavía quedan algunos), un alto número de obras suyas o de su taller fueron enviadas a la península, incluso después de su muerte. Habían sido encargadas o adquiridas post mortem por numerosos donantes, entre los que figuraban miembros de las más importantes (y cultas) familias españolas con responsabilidades de gobierno en el continente americano, como los marqueses de Altamira, los Gálvez y los Mayorga.

Miguel Cabrera está presente en numerosas colecciones públicas y privadas españolas (por ejemplo la expléndida serie de castas del Museo de América de Madrid, quizás una de sus obras maestras).Últimamente (diciembre 2008), este museo ha enriquecido su patrimonio con la adquisición de otras dos obras del pintor. El aprecio y la cotización en el mercado del arte por las obras de este artista ha crecido de forma vertiginosa durante el último cuarto del siglo XX. En Madrid se ha llegado a pagar en subasta pública 150.000 euros por una obra suya (2004). Sin embargo, últimamente se han comunicado precios notablemente superiores por algunos cuadros de castas pintados sobre cobre.

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