martes, febrero 27

Benito Juárez en la prosa de Carlos Monsivaís

Estadista, héroe, demonio, indio, personaje glorificado, ateo o creyente laico, Benito Juárez es sobre todo un personaje vivo en el presente, de principio porque sin su influencia histórica “el Estado que conocemos sería algo muy distinto y se habrían perdido décadas y esfuerzos de generaciones en separar a la Secretaría de Desarrollo Social de la advocación del Santo Niño de Atocha”, dijo Carlos Monsiváis.

Carlos Monsiváis desmenuzó aquí al Juárez homenajeado y vilipendiado. El cronista fue, además, un tozudo coleccionista de los objetos que representan al oaxaqueño (de fotos de época a obras de Francisco Toledo). El cuadro lo completa un repaso a vuelo de pájaro del ideario juarista y de la relación del presidente Juárez con sus críticos.

Juárez, el primer Presidente indígena

Es, para ser algo más exactos, el primer Presidente de origen indígena, la persona que transforma la gran limitación social (condición étnica), en estímulo permanente. No fue un Presidente de los indígenas pero, internacionalmente impuso un criterio: si un indígena que aprende tarde a hablar español es un Presidente de la República extraordinario la condena fatal de los indígenas admite excepciones y por tanto es falsa.

Juárez, el estadista

Lo es sin duda, en el sentido de alguien que en su razonamiento esencial incluye en primer término el Nosotros, y se traza acciones y decisiones de conjunto. Un estadista es lo opuesto al dictador, no concibe el país de un solo hombre sino la acción de una minoría calificada que propone, proyecta y pone en marcha un esquema de país. No inaugura, consolida.

Juárez austero, vivir en la justa medianía

El aspecto de Juárez más alabado por los políticos y menos tomado en serio. Desde hace mucho, para la mayoría de los políticos la justa medianía ocurre en el espacio entre los ricos y los demasiado ricos. Para citar con una variante al Profesor: un político pobre es un juarista sincero.

Juárez, el héroe de la Patria

Lo es sin duda, pero su vigencia no depende sólo de su heroísmo sino de la conjunción de inteligencia y valor personal. Es un héroe atípico porque su obstinación es un ejercicio de racionalidad. Su hazaña mayor es sentir posible y deseable la Reforma liberal y arriesgar la vida para lograrlo.

Juárez, el hombre

Visto muy de cerca y con un prejuicio tan marcado en su contra, Juárez resiste perfectamente. Sí, fue autoritario (¿podía evitar serlo en sus circunstancias?); sí, se enamoró del poder; sí, fue a la vez riguroso y rígido. Estas características no intervienen a la hora del juicio histórico: es alguien con errores manifiestos pero, además, es Benito Juárez, y el concepto Benito Juárez trasciende con amplitud sus limitaciones.

Juárez, el indio

Lo fue de manera evidente; nunca dejó de serlo de manera evidente, no se “blanqueó”. Se incorporó a otra realidad y se alejó de su origen, pero venció al imperio de Maximiliano a sabiendas ­él y todos los testigos de la época­ de que era un indio el vencedor del príncipe rubio y barbado.

Juárez y el racismo

¿A quién otro se le ha aplicado en gran escala lo de “pinche indio”? Después de 1867 ser racista a costa de Juárez fue la estrategia predilecta de la derecha ansiosa de resucitar a Maximiliano.

Juárez, el liberal

Juárez afirmó en una carta: “Es imposible moralmente hablando que la reacción triunfe”. Lo notable de la afirmación no es únicamente su exactitud, sino el depositar el sentido del triunfo en la moral, en la ética que, desde su perspectiva, sólo puede provenir de la autonomía de los valores republicanos. Es liberal porque, en primer término, no lo mueve el infierno tan temido para dejar por eso de olvidarse en la condena del fuego eterno que le garantizaba su intransigencia.

Las Leyes de Reforma

Fueron el ingreso formal del país a la atmósfera de la civilización irreversible. Un grupo intelectual y político de primer orden desafía a los representantes de Dios sobre la tierra y deja claro que no están desafiando a Dios. El distingo parece muy retórico pero en la época no se considera así, y por eso el país sigue siendo creyente pero las libertades se establecen en las leyes como preámbulo a su implantación en la realidad.

Juárez, el forjador del Estado mexicano

Ninguna persona, por extraordinaria que sea, forja un Estado­nación. La idea misma de forjar es inaplicable. Dicho esto, y garantizada la humildad de las contribuciones personales, sin Benito Juárez el Estado que conocemos sería algo muy distinto y se habrían perdido décadas y esfuerzos de generaciones en separar a la Secretaría de Desarrollo Social de la advocación del Santo Niño de Atocha, que puede ser muy milagroso pero que por alguna razón no figura en el organigrama.

Estado laico

Es al principio un conjuro, la necesidad de un país distinto formulada a través de leyes que parecían o eran incumplibles. Pronto se vuelve la representación formal del fin de la teocracia, y acto seguido, la suma de atmósferas cotidianas que si no afectan el tamaño de la desigualdad (el gran espacio religioso de lo inevitable de la extrema riqueza) sí generan las libertades individuales y crean los espacios de la tolerancia que son los primeros respiraderos de importancia de la modernidad.

Juárez, Presidente

Palabras inevitables en la ficha de diccionario: admirable, prodigiosamente terco, autoritario (debió serlo en una etapa, debió dejar de serlo), doctrinario, inteligente, solemne (pocos no lo eran), capaz de grandes miradas de conjunto.

La Carroza de Juárez

Un símbolo de la vida nómada de la República, un vehículo como una casa de seguridad de intransigencias y decisiones ideológicas, una muestra de lo que le pasa a los símbolos cuando se convierten en abstracciones sin contextos. ¿El final de la Carroza? Si no se quiere mencionar a la telenovela, ubíquese su triste fin en el corte de dibujos animados de 1973, el año del primer centenario de la muerte de Juárez. En el corto la Carroza sigue a Juárez como si fuera su poodle. Las carcajadas del público de la única función segregaron a la Carroza de la lista de símbolos.

Juárez glorificado

El siglo XIX fue en América Latina el siglo de la religión de la Patria. Sin la canonización laica a ningún héroe o caudillo se le tomaba en serio, y esto afecta también al siglo XX. Si no se glorifica a Juárez, se desdeñan los reflejos condicionados de la gran mayoría de su época. “Sí, persiguió a la Iglesia, pero además era un santo”. Con la glorificación de Juárez los liberales inician su secularización del santoral, al amparo de la escritura de la Historia.

Juárez demonizado

La derecha y el clero cayeron en su propia trampa. Al demonizar a Juárez vulgarizaron la imagen del Infierno y no obtuvieron la gran convicción: “Juárez se quema a diario en las llamas del infierno. No se les ocurra rogar por él”.

Juárez ateo o creyente laico

¿Quién lo supo de cierto? A la distancia, Juárez parece un liberal cristiano capaz de afirmar lo siguiente: “Desearía que el protestantismo se mexicanizara conquistando a los indios; éstos necesitan una religión que los obligue a leer y no les obligue a gastar sus ahorros en cirios para los santos” (Citado en Evolución política del pueblo mexicano, de Justo Sierra).

El Tratado McLane­Ocampo

¿Quién recuerda ahora los términos de este tratado? La derecha no, la izquierda nunca lo tomó en cuenta. Valdría la pena un debate a fondo sobre el tema.

Los homenajes cívicos a Juárez

De tan inertes llevan mucho tiempo siendo calistenia de la memoria.

Juárez del PRI

Lo han visto como un miembro sin credencial; con todo, es la figura que les ha impedido la derechización beata.

El Juárez de la izquierda

Una figura de la formación escolar y estudiantil, un personaje relevante del tiempo prehistórico anterior a la Historia verdadera que surge con el socialismo, alguien que por mucho tiempo (sin estas palabras) se consideró propiedad del PRI. Ahora, esta distancia se nulifica porque si la izquierda no incorpora a Juárez se queda con los fantasmas del PCUS y la Tercera Internacional, de los que ya tampoco sabe nada.

El Juárez de la derecha

La aparición en el mural de Rivera del personaje que le roba el espacio a Iturbide, Miramón y Carlos Cuauhtémoc Sánchez.

Desacralizar a Juárez?

Juárez ya no está sacralizado si alguna vez lo estuvo. Es una presencia viva porque así lo determina la realidad (que exige nuevas definiciones del laicismo) y sus enemigos que ni siquiera soportan las definiciones antiguas. (La Jornada)

Share.

Comments are closed.