viernes, marzo 1

Desaparecen oficios antiguos; otros se aferran a sobrevivir

A pesar del avance tecnológico con la computadora y otros aparatos digitales, los talleres para la reparación de las máquinas de escribir manuales se resisten a morir.

Los trabajos para su mantenimiento se seguirá dando durante muchos años más, en cambio muchos oficios que existían hace algunas décadas en la ciudad de Oaxaca han ido desapareciendo.

Los vehículos de motor han empezado a acabar con algunos de los oficios como el de carrocero, que hace cinco décadas se podía encontrar en céntricas calles de la capital del estado, como el taller de los hermanos Agüero, la carrocería Rosas o el taller de Don Chicho, donde se fabricaban los carretones.

Este tipo de vehículos rudimentarios fabricados en forma artesanal con madera de encino, mezquite o guaje y grueso herraje, eran jalados por dos toros apoyados por un yugo amarrado a sus cabezas, y se podría apreciar en la mayoría de las poblaciones de Oaxaca; esto ha sido superado por las unidades de motor.

En Oaxaca aún cuando se menciona que existen “afiladores ambulantes”, cada vez es más difícil observar en las calles a los famosos afiladores de cuchillos y tijeras, hombres que utilizan un aparato elaborado con una rueda de bicicleta, una banda y un pequeño esmeril con el cual, luego de hacer sonar su característico silbato, desarrollaban su trabajo, así como hombres que venden plátanos machos cocidos y asados.

Personas que vendían las famosas gaseosas y los canutos de hielo de sabor que se comercializaban en carretillas en las calles de la ciudad han desaparecido también, productos que reinaban en la época de los años 50 y 60’s, fueron superados por la variedad de refrescos embotellados y las nieves finas.

Personas de la tercera edad que en su momento disfrutaron de ese tipo de sabores y colores así como de la rica nieve, además del peculiar sabor de los plátanos asados en un horno construido en forma rudimentaria que se alimenta con leña, ven con tristeza cómo se ha ido terminando ese tipo de oficios que dieron tradición a la Verde Antequera.

En uno de los pocos talleres que se dedican desde hace más de dos décadas a la reparación de las máquinas de escribir manuales, aun cuando han sido alcanzados por la tecnología, las personas que realizan los trabajos, aseguran que la demanda para las reparaciones se mantiene y hace falta mucho tiempo para que el trabajo se acabe.

Uno de estos negocios que ha logrado sobrevivir a pesar de la baja de trabajo, se encuentra ubicado en la primera calle de Fiallo; hasta ese lugar llegan propietarios de empresas donde se utilizan ese tipo de equipos de oficina.

Otro negocio con este giro, que se mantuvo durante muchos años en la cuarta calle de Armenta y López, desapareció hace tiempo.

Gabriel López, con 28 años al frente de Oficentro, reconoció que ante la competencia, ha bajado el trabajo, sin embargo, no dejan de existir las máquinas de escribir, “va a tardar mucho tiempo para que desaparezcan estos equipos de oficina”, dijo.

Existen muchos trabajos que se hacen en las escuelas e instituciones de gobierno”, indicó.

Acompañado por Jaime y René, quienes lo apoyan en la reparación de los equipos, el técnico originario de esta capital, dijo que ante el avance de la tecnología ha bajado el trabajo, por lo que es natural que quiten otros talleres, pero no por eso se puede decir que este tipo de oficio haya desaparecido.

Luego de señalar que en el taller se hacen trabajos de reparación de equipos de oficina, fax, calculadoras e impresoras, abundó que muy pocas personas se dedican a aprender el oficio.

En su caso no cree que su oficio prosiga en la familia, ya que sus hijos se dedican a actividades diferentes. “Reparar máquinas de escribir manuales es un oficio que tiene demanda, a pesar de la tecnología”, comentó.

Los afiladores

Aún cuando cada vez es más difícil escuchar en las calles el silbato característico de los afiladores, dos ellos es común encontrarlos en las puertas del mercado Benito Juárez de esta capital, de ahí en fuera muy poco se pueden ver a este tipo de trabajadores que caminen en las calles de la ciudad alertando a sus clientes.

Marcelino Melchor García, con 50 años de dedicarse a la actividad de afilador, dijo que su trabajo aun cuando es muy sencillo, es de mucha utilidad para todo mundo, aunque en ocasiones muchas personas no saben valorar el trabajo y quieren pagar muy poco.” va uno con al día, no se diga que bruto”, señaló.

Originario de la Villa de Zaachila, añadió, que a veces no resulta hacer un trabajo bueno porque quieren pagar barato, “piensan que es fácil, si la herramienta está muy gruesa hay que echarle más pulmón, no es como trabajar con un aparato eléctrico que no sirve porque tiene más potencia”.

Con la intensión de facilitarnos el trabajo en lugares pequeños, sacamos la idea de hacer un marco, se cortó la solera y luego se mandó a soldar, existen las bicicletas pero es más difícil, como estoy dentro del mercado pasa la gente y el vehículo se mueve es más peligroso para el que afila y para los transeúntes.

“Yo por ser más viejo tengo mi lugar en el mercado Benito Juárez, llego a las 11 de la mañana y me voy a las 7 de la noche, la gente que ya sabe me busca en este lugar”, dice la gente que si no existiera el afilador no hubiera la papa segura,
principalmente la cocinera de la casa a ley tiene que tener filo su cuchillo. El trabajo aunque se ve sencillo es muy útil para todo el mundo”.

Las personas que aún venden los plátanos machos cocidos y asados es más común poderlos observar en colonias alejadas del Centro Histórico, este tipo de personas caminan mucho para vender sus productos, que son cotizados entre 8 y 10 pesos según el tamaño del producto.

Artemio, quien empuja su carrito que es alimentado con leña de encino, señaló que sus papás desde hace 20 años se dedican a la venta de este tipo de productos.

Para anunciarse en cada esquina, hacen sonar su silbato que sale de un tubo que despide vapor de agua, sin embargo, dijo las ventas cada día están perores.

En la ciudad de Oaxaca existían una gran cantidad de oficios que en la antigüedad tuvieron un gran realce, como el peluquero de Paisajito en el cual el maestro rasuraba a sus clientes los domingos en una silla que colocaban en plena calle en algunas comunidades cercanas a la capital, quienes han sido rebasados por las estéticas unisex.

De acuerdo con personas de edad mayor el oficio de la peluquería, que estaba destinado únicamente para los caballeros que acudían a cortarse el cabello o rasurarse la barba y el bigote, con la aparición de las estéticas donde se corta el pelo a los hombres y las mujeres cada vez más tiende a desaparecer.

Así como los productores de leche bronca de los pueblos como la Villa de Etla, el queso y el quesillo que se vende en los mercados de la capital era traído de esa comunidad, actualmente la mayoría de este tipo de productos se venden embazados y la mayor parte de ellos son traídos de Puebla.

Muchos de los oficios que existían en la ciudad de Oaxaca como la talabartería, la elaboración de los dulces regionales, la mantelerías y las boticas donde se elaboraban remedios caseros se aferran a no desaparecer, por lo que sus propietarios confían en el apoyo de la misma ciudadanía para que se pueden seguir conservando como una tradición que dio vida a la ciudad de Oaxaca en la década de los 40 y 50 años. (José Luis Rojas/El Imparcial)

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