sábado, marzo 2

Late Oaxaca a ritmo de Guelaguetza

Conectados en la expresión cultural de Oaxaca, miles de corazones latieron al ritmo de la Guelaguetza durante el primer Lunes del Cerro, en sus dos ediciones.

foto: Emilio Morales Pacheco

El viaje hacia las entrañas del estado, condujo a los espectadores a recorrer sus ocho regiones. Hacia el Istmo de Tehuantepec, inmersos en el pasito cadencioso de Asunción Ixtaltepec; hacia el Papaloapan, enredados en listones multicolores de San Juan Bautista Tuxtepec; rumbo a la Mixteca, al viento entre los sombreros de palma; camino a la Costa, al vuelo del paliacate de Santa María Huatulco.

El recorrido también lució a los Valles Centrales, enfundado en el fandango de Tlacolula de Matamoros; entre el misticismo de la Cañada, con Huautla de Jiménez; Sierra Juárez, en el tlacoyatl de Yalalag y en la Sierra Sur, con los telares de San Pedro Amuzgos.

Una vez más, la máxima fiesta de Oaxaca deslumbró en el escenario de la otrora Rotonda de las Azucenas, espacio que corona al Cerro del Fortín.

Por la mañana, la claridad de las nubes acompañaron cada son y jarabe; por la tarde, entre la agonía del sol, el auditorio Guelaguetza se estremeció al grito de «¡Viva Oaxaca! ¡Viva la Guelaguetza!»

Miles de turistas colmaron de aplausos la otrora Rotonda de las Azucenas. El escenario, vestido de fiesta, le abrió los brazos para compartirles un pedacito de Oaxaca y su gente.

Preside la Diosa Centéotl

Como lo establece la tradición, el homenaje racial fue abierto con el himno a la Diosa Centéotl o diosa del maíz, esta vez representada por Rebeca Ortiz Santibáñez, de San Melchor Betaza.

Tras la solemnidad, el convite de las Chinas Oaxaqueñas y las chirimías encendieron el júbilo por estar en la tierra de Juárez, en un auditorio con lleno total, entre las notas de la banda tradicional flotando al viento, la lluvia de aplausos, el olor a copal y a poleo.

San Pedro Amuzgos, tierra donde se teje con el corazón, hizo gala de la Danza de los Negros, de Los Mascaritas, del Macho Reate y de Los Chololos, tradicionales de las fiestas de carnaval que se realizan previo al miércoles de ceniza.

Vino después Tlacolula de Matamoros con el Jarabe del Valle; enseguida San Pedro Ixcatlán, luciendo vestidos y trenzas multicolores que pregonan la riqueza y belleza natural del Papaloapan.

Misticismo y alegría

Rinconcito de la tierra mixteca fue Santa Catarina Ticuá, lugar que adorna el encino, ocote y enebro. Tras el baile de machetes, un juego al torito arrancó las carcajadas de los asistentes. Al conseguirlo lazar, la mujer inmoviliza al hombre atando sus pies y dejándolo listo para ser castigado con la castración, representado de manera chusca.

Yalalag lució sus sones y jarabes en blanco huipil; Asunción Ixtaltepec, en un homenaje postmortem a Chuy Rasgado, encendió el escenario bajo las notas de Naila y el grito de ¡Viva Oaxaca!

Con sombreros al aire entre las notas de la Canción Mixteca, fueron recibidos los de Tlaxiaco; mientras que a su vez los de Huautla de Jiménez marcaron el paso con pétalos de flor de naranja.

La sincronía de las mujeres de San Juan Bautista Tuxtepec, a paso de Flor de Piña, acapararon las miradas y aplausos; con la danza suspendida en el viento, los de San Bartolo Coyotepec engalanaron con la Danza de la Pluma.

Broche de oro

La llevada del guajolote en la representación de la boda fue presentada por Ocotlán de Morelos. Más tarde, el son del Sotavento sacó chispas en el entarimado de Loma Bonita.

Finalmente cerraron con broche de oro las delegaciones de Santa María Huatulco, Santo Domingo Tehuantepec, Sola de Vega y las Chinas Oaxaqueñas, bajo un cielo iluminado por fuegos artificiales.

La Guelaguetza, fiesta de hermandad de los pueblos de Oaxaca, una vez más lució con todo su esplendor.

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