martes, febrero 27

El arte de hacer ollas de barro

Hacer ollas, jarros o cajetes de barro en la Mixteca es sólo un gusto que no deja recursos económicos. Es un trabajo delicado, de mucha paciencia y a pesar de que se hacen de tierra, los materiales -en muchas ocasiones- escasean.

El artesano en alfarería, Luciano López Vásquez, en entrevista después de mostrarnos toda su técnica para la elaboración de ollas, jarros y cajetes, da a conocer que ahora si dejará este oficio y se dedicará al cuidado de sus animalitos para conseguir algunos centavos más ante lo elevado de los productos alimenticios.

«Es un trabajo relajante, se admira lo que se hace, se piensa como es posible estas obras. Es difícil porque el material está lejos, se va como a dos horas de camino a traer la arenilla; ésta se localiza en una cueva. No es cualquier arena porque ésta debe contener todos los minerales para hacer una obra fuerte; además, el barro debe ser plástico, una característica fundamental y éste se consigue sólo en lugares señalados, no hay en cualquier lugar», recalca don Luciano.

Un arte que se va perdiendo

Como ven, conseguir los materiales no es cualquier cosa, tiene su chiste, sus secretos. Es una costumbre que se tiene; no está escrito, por eso es que se han ido perdiendo algunas técnicas, por ejemplo, las nuevas generaciones ya no quieren hacer ollas de barro, ni cajetes, en general los objetos de barro que son de utilidad.

En la comunidad de San Juan Las Huertas, Tlaxiaco, ya son muy pocas personas las que se dedican a este oficio. Se ha ido perdiendo de manera paulatina, sólo los viejos hacen algunas ollas de barro con la esperanza de venderlos. Logran colocarlos en el mercado a muy bajo precio, difícil porque ya la gente compra sus trastes de plástico u otro material que además son más baratos.

El oficio de la alfarería lo aprendió de sus padres, ellos hacían obras extraordinarias, jarrones de más de un metro, ollas de más de 50 centímetros de altos, bien cocidos y fuertes, porque antes los materiales sí se conseguían y ahora ante tanta invasión de la población es difícil conseguirlos.

Ante lo elevado del transporte que cobran hasta los ciento cincuenta pesos por viaje de la comunidad de San Juan Las Huertas, Tlaxiaco, lugar donde transporta estas obras de arte, don Luciano López Vásquez, alfarero desde niño, quiere dejar el oficio.

Porque, dice, los tiempos han cambiado, en la actualidad el alto costo del trasporte, no me deja ni una sola ganancia en mi labor de hacer trastos de barro; por ahora es sólo gusto y costumbre que no puedo dejar de hacer.

El difícil traslado

Su comunidad, San Juan Las Huertas queda a unos 50 minutos de la ciudad de Tlaxiaco, donde el viaje por persona vale 80 pesos, pero con la carga llega hasta los 150 y ante ello cuidando sus cosas de barro, no sea que se vayan a quebrar, porque el camino está en muy malas condiciones, pues en varias ocasiones se le han quebrado alguno o todos sus trastos.

Para vender sus obras es una lucha constante, primero la falta de espacios dignos para su venta en el mercado de la ciudad de Tlaxiaco. El regateo de precios que muchas de las veces las personas salen pagando lo que ellos creen y no lo que vale el trabajo.

La entrada de productos de barro que llegan del estado de Puebla. Los que son elaborados en serie y pintados de muchos colores y los plásticos que han invadido y otros materiales, que se le hace más fácil a las personas comprar, porque además no corre el peligro que se quiebren, por ejemplo las señoras de hoy ya hacen su pozole, guisados o mole negro en ollas o cazuelas de peltre o aluminio.

Para hacer las ollas, jarros o cajetes de barro extraen de una cueva la arenilla, ésta debe tener una característica, no debe ser porosa, sino que es más pesada que la que comúnmente conocemos, se siente con la mano, así como el barro que es un tipo de tierra mojada que hasta cierto punto es moldeable.

La arena que se extrae de unas rocas o de una cueva, se cierne, se coloca en burrito para llevarla hasta casa. Dos horas de camino es el trayecto. Se mezcla la arena y el barro para empezar a dar forma; mientras se hacen las obras se les aplica ternura, se les va hablando o debe uno estar sereno porque luego no salen las obras, se desbaratan a cada rato.

Una vez hechos los jarros, ollas o cajetes se les deja orear por media hora y se acomodan para su cocimiento. Se les coloca leña en medio y alrededor y se les prende fuego cuidando que se cuezan parejo. Cuando termina la leña de arder se deja un rato, más o menos una hora; no se tocan, para que no se quiebren.

Las amenazas del oficio

Los artesanos que elaboran las ollas de barro, jarros y cajetes de la comunidad de San Juan Las Huertas, dejan el oficio ante las nulas ganancias; el principal culpable es el alto costo del transporte, después el regateo y la entrada de muchos plásticos y otros materiales.

Las obras de barro de los artesanos mixtecos se pierden ante la falta de mercado, el regateo de la gente que paga lo que quiere y la entrada de productos de barro que llegan de Puebla, los que son elaborados en serie y pintados de muchos colores.

Rene Lopez / EL Imparcial

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